miércoles, 19 de noviembre de 2008

Sueños

Hay contados instantes de placer absoluto, que lícitamente podríamos identificar con "la felicidad". Hoy, tras almorzar con mi ayudante en el Catedral y despedirme de él, crucé a "Metales Pesados", en mi opinión una de las mejores librerías de Santiago. Allí me esperaba una sorpresa deliciosa, un libro que ansiaba leer hacía tiempo: la biografía de Schopenhauer de Rüdiger Safranski. Subí de inmediato a mi casa, que por fortuna está prácticamente al lado de la libreria, para comenzar la lectura. Tras la introducción y el primer capítulo, el efecto sedante del vino merlot del almuerzo me sumió poco a poco en un agradable sopor. Desperté y tras unas horas de navegar por la red reanudé la lectura.
Si bien el hallazgo bibliográfico me produjo comprensible alegría, sólo mediatamente fue motivo de aquel goce perfecto del que quiero hablar. Como venía diciendo, me tendí sobre la cama para continuar con el libro y se me ocurrió la idea de acompañar la lectura con música ad hoc. Puse un disco en que Kirsten Flagstad canta a Wagner. Lo había comprado hace un par de semanas y, si lo escuché antes, debió ser de manera superficial. La verdad es que estaba tan concentrado en los primeros años de Schopenhauer que pasé por alto buena parte del disco. Hasta que llegaron los Wesendonk Lieder y, cuando la Flagstad comenzó a cantar el último, Traüme, no pude ya seguir leyendo. Los primeros acordes suaves pero a la vez intensos, luego enérgicos y enseguida lánguidos, traían a mi mente las notas de Tristan y al también al Ludwig de Visconti y una sensación difícil de describir y que me pareció felicidad me fue envolviendo por completo.
La letra es hermosa y de una delicada sabiduría:
Dime ¿qué sueños maravillosos
retienen prisionera a mi alma,
sin desaparecer, como pompas de jabón,
en una nada desolada?
Sueños que a cada hora
de cada día florecen más hermosos.
Y que, con sus prefiguraciones del Cielo,
pasan felizmente a través de mi espíritu.
Sueños que, como rayos de gloria,
penetran en el alma para pintar en ella una imagen
eterna:
¡el olvido de todo! ¡el recuerdo único!
Sueños parecidos al sol de la primavera
cuyos besos hacen brotar las flores entre la nieve
y que, con una inimaginable felicidad, acogen al nuevo
día.
Y creciendo, y floreciendo,y soñando, exhalan su
perfume,
y se marchitan, dulcemente, sobre tu pecho
para descender después al sepulcro.

martes, 18 de noviembre de 2008

Epitafio

Yo quiero, en mi sepulcro, un epitafio como este:


Si uis scire meum nomen uotumque, uiator,
Pegasus hac ego sum claudus humatus humo.
Vota deinde scias, nomen quum sciueris; audi,
sic desyderio tu potiare tuo:
quum paticum quemquam paedicaturus ephebum es,
illud in hac tumba, quaeso, uiator, agas
atque ita mis animas coitu, non thure, piato:
scilicet hanc requiem Manibus, oro, dato.
Hoc apud infernas genus est leniminis umbras
praecipuum, prisci sic statuere patres:
quippe ita Chironis cineres placabat Achilles,
sensit et hoc podex, flaue Patrocle, tuus;
gnouit Hylas, patrio percisus ab Hercule busto.

Tu mihi maiores quod docuere lita.

Antonio Beccadelli("Il Panormita") (1394-1471)Hermaphroditus, 7.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

La hormiga moribunda (o por qué Woody Allen es mejor que Nietzsche)

Una hormiga se muere y mientras va muriendo piensa: "El mundo se muere".

Ítalo Svevo, Fábulas.
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Esta fábula me recordó otra, muy citada, con la cual Nietzsche inicia su ensayo Sobre verdad y mentira en sentido extramoral: "En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la "Historia Universal": pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer." Más adelante, el filósofo agrega: "...si pudiéramos comunicarnos con la mosca, llegaríamos a saber que también ella navega por el aire poseída del mismo pathos, y se siente centro volante de este mundo."
Nietzsche fue mi héroe durante la adolescencia. Pero cuando leí este texto, que es de una lucidez irrefutable, comenzó a defraudarme. ¿Por qué diablos se tomaba tan en serio? Para ser consecuente, en lugar del Zarathustra, debió escribir un Elogio de la frivolidad. Desde entonces prefiero a Woody Allen.