lunes, 4 de febrero de 2008

"Al menos seamos amigos"

La amistad no es cosa baladí ni de segundo orden. No es el premio de consuelo tras romper como amantes . Para los antiguos la amistad era la forma más perfecta de amor ya que no pasaba por el deseo de posesión física, característico de los amantes eróticos. Hasta diría que por esa misma razón es más difícil y sobre todo más lento, infinitamente más lento, que surja la amistad que el amor erótico, puesto que aquélla no tiene el aliciente súbito de la pasión -poderoso combustible-, sino que surge paulatinamente como un afecto sereno y desinteresado.
Lo anterior explica asimismo que el estado previo de amantes sea más bien un obstáculo antes que condición favorable para una ulterior amistad. Pese a lo que pueda aparentarse con las formas "civilizadas" y supuestamente lenitivas de terminar una relación, lo cierto es que no hay rupturas inocuas. La ruptura de la relación erótica deja muchas esquirlas clavadas profundamente en la carne de los que alguna vez se amaron. Y aun en el muy improbable caso que hayamos conseguido extirparlas, que no queden a estas alturas recores ni deudas por pagar, siempre permanece en el corazón de uno la esperanza de recobrar el amor del otro, con lo cual la amistad se vuelve interesada y falsa en cuanto mero instrumento para recuperar al amante perdido.

Por otro lado es condición imprescindible para la amistad, como también observaron sabiamente los antiguos, la igualdad entre los amigos. Sólo entre iguales puede haber amistad. El amor erótico es, en cambio, infinitamente más democrático. Puede surgir entre los sujetos más dispares. La amistad no. ¡Y cuántos mundos de diferencia nos separan de quienes otrora fueron nuestros jóvenes amantes!

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