jueves, 17 de mayo de 2007

Memento mori


Cada cual tiene su calendario propio y su muerte propia, dice Jünger. Ayer me llamaron para avisarme que una compañera de carrera murió, atropellada. Nunca fuimos amigos, pocas veces hablamos, pero la recuerdo bien, nítidamente. Tal vez porque, entonces, me parecía bella. Muchas son las muertes de que tenemos noticia a diario. En general, no pasan de ser un dato más, entre miles, que nos ofrecen los medios. Meros hechos del día. Noticias. Cuando el muerto es un conocido, en cambio, la noticia consigue conmovernos o, al menos, inquietarnos. La razón es bastante obvia. La muerte deja de ser una abstracción, se materializa. Como en esas danzas macabras del medioevo, casi podemos ver a la calavera que nos mira sonriente y nos hace un guiño, mientras se lleva a otros. Memento mori, recuerda que has de morir. Uno se sobresalta. Se interrumpe, por un momento, el piloto automático. Lo que suceda después, depende del temperamento de cada cual y va desde un encogerse de hombros y volver a la inercia de lo cotidiano a "replantearse la vida". Yo veo reforzada mi opción por el hedonismo. Aunque tendría que dar un paso más hacia el desenfreno. Hartarme de la vida.

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