jueves, 19 de junio de 2014

Sobre el matrimonio homosexual



1. Primero que todo quiero contarles que para mí es motivo de orgullo poder compartir esta mesa con Rolando Jiménez, porque es un hombre que tiene una larga trayectoria en lucha por la libertad de expresión y la defensa de las minorías sexuales en Chile. Y, sobre todo, me parece muy importante destacar, a ustedes los más jóvenes, que Rolando inició su activismo en una época muy distinta a la actual, “distinta” en lo que se refiere a la actitud de la sociedad chilena frente a individuos o colectivos que resultaban reconocibles como “gays”o en general como minorías sexuales. Rolando inicia su activismo por la causa gay en una época en que la reacción “normal”, “natural”, “esperable” frente a individuos o colectivos gays era la reacción homofóbica. Y, por tanto, lo que quiero decirles en definitiva es que Rolando ha sido un hombre muy valiente al embarcarse en esta lucha en esa época oscura.
Hoy, no podemos decir que se haya terminado la homofobia en Chile, pero es una conducta socialmente reprobada hasta el punto que los propios homofóbicos no se atreven a reconocerse públicamente como tales.

2. En segundo lugar quiero dejar claro que mi intención no es rebatir la posición de Rolando, me parece que es una posición legítima, que responde también a una estrategia de defensa de las minorías sexuales pero que hay también otras estrategias igualmente legítimas y que resultan a mi modo de ver conciliables con una perspectiva liberal de la sociedad y tal vez, solo TAL VEZ, mayormente convocantes que su posición en el sentido que más adelante aclararé.

3. En tercer lugar y aunque pudiera parecer innecesario quiero aclararles de inmediato que mi posición personal que es contraria al matrimonio homosexual (no habría debate si no fuera así), no obedece a la típica argumentación que uno escucha en Chile especialmente en miembros de la derecha ultramontana, de esa derecha que Richard Rorty llamaba en norteamérica “la derecha loca” que concibe al matrimonio como una suerte de categoría universal, de idea metafísica, perfecta, cerrada, inmutable e inmodificable por designio humano, fundamento que cuaja en la reiterada afirmación de que el matrimonio ES entre un hombre y una mujer.
Tal concepción del matrimonio no resiste un análisis histórico, porque lo que muestra la historia es justamente que la configuración de las instituciones jurídicas cambia y muchas veces cambia intensamente dependiendo de la época y del lugar. Y esto lo comprendieron tempranamente los juristas romanos, por ejemplo Hermogeniano, que dijo muy sabiamente que “es por causa del hombre que existe el Derecho” y por tanto aunque las instituciones jurídicas conserven el mismo nombre a través de los siglos cambian en cuanto a su contenido y sus alcances, varían conforme varían también las valoraciones y sobre todo las necesidades de los hombres, en cada tiempo, lugar y cultura.
El caso del matrimonio no es ajeno a lo que acabo de decir. La liturgia matrimonial, el rito, no era de uso general en la Iglesia primitiva sino que se empleaba para unir a gente importante y entre esa gente importante los curas que en la Iglesia primitiva ¡Oh sorpresa! Los curan podían casarse en la Iglesia paleocristiana. Pero lo más interesante es que la Iglesia paleocristiana ha dejado unos cuantos vestigios materiales en Europa de un rito para la unión o vida en común de personas del mismo sexo, en el cual se invocaba a una famosa pareja de santos, San Sergio y San Baco, que en tiempos de Roma marcharon juntos al martirio por el mutuo amor que se profesaban. Hay un hermoso y erudito libro de John Boswell, traducido al español como “Las bodas de la semejanza” que trata acerca de este poco conocido asunto.

4. Ya he dicho que mi intención no es refutar la pretensión del matrimonio igualitario que defiende el activismo y el lobby gay en Chile, porque es una opción legítima desde varias perspectivas como por ejemplo la igualdad ante la ley. Mi propósito es simplemente mostrar que es precisamente una opción y que por tanto hay otras opciones y que desde un punto de vista liberal tal vez sean mejores opciones.

5. La estrategia del activismo y del lobby gay en Chile incluso en sus variantes se enmarca dentro de una estrategia que podríamos llamar “asimilacionista” frente a otra estrategia que podríamos llamar “diferencialista” Estas estrategias responden a la pregunta de qué se reclama, qué es lo que reclama el colectivo gay, lesbiano o transgénero cada vez que  sale a la defensa de sus intereses. Si lo que se quiere es simplemente la igualación de derechos respecto de las personas homosexuales sin cuestionar las estructuras de poder vigentes o una reivindicación de la propia identidad como minoría sexual con sus particulares requerimientos.

Como dice Velez Pelligrini en términos generales las corrientes asimilacionistas del movimiento gay y lesbiano llevan la marca de una voluntad de integración en el conjunto de la sociedad (dando por aceptables los universos simbólicos que la engloban y la cohesionan y otorgando asì un rasgo de adaptabilidad cultural de la homosexualidad a los mismos).
La estampa de las tendencias diferencialistas ha sido en cambio la valorización de la homosexualidad como proyecto de vida frente a los metadiscursos dominantes ( lo que los especialistas en los Gay and Lesbian Studies denominan el heteronormativismo) y la posibilidad,a partir de ahì, de construir sino una identidad y una cultura gay y lesbiana (término al que no pocos investigadores y teóricos son abiertamente hostiles) , al menos una experiencia individual y colectiva provista de una legitimidad política y social frente un orden impuesto y arbitrario de significantes y significados en torno al sexo, la sexualidad, el género, los roles de género y la afectividad.
Si quisiéramos simplificar diríamos que las corrientes asimilacionistas apuestan por el statu quo mientras que las corrientes diferencialistas apuestan por una creatividad conflictualizadora y contranormativa.
Y es justamente a propósito de matrimonio donde la separación entre asimilacionistas y diferencialistas se hace patente. Los primeros lo conciben como una figura de estabilidad , de compromiso moral y afectivo y de exclusividad sexual que permite limpiar la imagen negativa de promiscuidad y depravación que afecta a las minorìas sexuales, reforzando de este modo la heteronormatividad.
En cambio, los segundos defienden alternativas de vivir la afectividad que se basa en en el relativismo ético donde los principios morales del matrimonio ceden a favor de la autonomía y la pluralidad subjetiva, potenciando el contranormativismo.

6. En Chile podemos encasillar en una postura asimilacionista a la Fundación Iguales cuando en su página web declara: “nuestra misión es trabajar por la igual dignidad de todos los chilenos y chilenas mediante el reconocimiento civil y la integración política y social de la diversidad sexual…” Entre sus objetivos indica: “Participar en el debate público y legislativo y contribuir a él con estudios y literatura comparada, Nos involucraremos especialmente en la discusión de las leyes de matrimonio igualitario, uniones civiles, antidiscriminación e identidad de género”.
Contrasta el interés de este movimiento por el derecho al matrimonio homosexual con los planteamientos más radicales de la filosofía Queer representada por Beatriz Preciado quien señala con fuerza que las identidades sexuales no existen , que son ficciones de biopolítica, que no existieron hasta antes de s. XIX que solo existìan practicas sexuales y que surgen a mediados del s. XIX para conectar sexo con reproducción. Pero hoy la producción actual del cuerpo y la sexualidad està en otro lugar y no debemos volver a las ficciones retrospectivas del S. XIX, por lo tanto, es falacioso y ridículo debatir sobre el matrimonio entre gays o lesbianas, más bien debiéramos preguntarnos ¿Cuáles son los debates que nos interesa instalar para construir la esfera pública? ¿O vamos a bailar el mismo baile de la derecha más radical validando el matrimonio?. Esta misma autora en su Manifiesto Contrasexual postula “la abolición del contrato matrimonial y de todos sus sucedáneos liberales que perpetúan la naturalización de los roles sexuales”.

7. La estrategia del activismo y del lobby gay en Chile se enmarca entonces dentro de lo que podríamos llamar asimilacionismo, puesto que adopta una estrategia de integración asimilacionista que busca normalizar las uniones homosexuales bajo las reglas y las instituciones hasta ahora prefiguradas por los heterosexuales y desde la heterosexualidad. Se considera que estas instituciones y reglas son igualmente funcionales a las uniones homosexuales y que se requiere apenas de pequeños cambios legales para “abrirlas”.  

8. El problema de las minorías sexuales en Chile ha sido históricamente un problema de libertades. Desde la penalización de la “sodomía” consentida entre adultos a la discriminación falofóbica en la penalización del sexo con adolescentes o incluso en el castigo penal de sus manifestaciones amorosas como ultraje a las buenas costumbres. Ataque a las libertades que también tiene su correlato civil dejando fuera de la adopción, de los regimenes patrimoniales, de la herencia y del sistema de pensiones a las uniones homosexuales. Se piensa que la salida a esta limitación de libertades en el plano civil pasa necesariamente porque las parejas homosexuales accedan a la institución matrimonial, pero en mi opinión esa no es la única opción. Antes he planteado que el problema de las minorías sexuales es un problema de libertades, pues bien, así como hace unas décadas se desligó la cuestión relativa a la filiación de la institución matrimonial terminándose con la odiosa diferencia entre hijos legítimos, ilegítimos y naturales según si eran concebidos dentro o fuera del matrimonio y del mismo modo se desligó del matrimonio y del régimen patrimonial del mismo la capacidad de la mujer, entonces, del mismo modo deberíamos abogar por desconectar del matrimonio los regímenes de administración de bienes comunes, la adopción de hijos, la herencia y las pensiones. En estas materias lo que se necesita es libertad, libertad para disponer como queramos de nuestros bienes y de nuestros fondos previsionales por causa de muerte; libertad para recibir a niños y niñas que nadie quiere; libertad para pactar las formas que queramos de administración conjunta. Y esta sería una lucha no solo de las minorías sexuales sino de todos, sería una hermosa lucha por más libertad que nos uniría a todos. No quiero alargar más mi presentación para dar lugar a lo más importante que es el debate con todos los asistentes.
Muchas gracias.