Alegría y perfume de mi vida el recuerdo de las horas
en que hallé y tuve la voluptuosidad como la anhelaba.
Alegría y perfume de mi vida, de mi vida en que evité
todo goce de amores rutinarios.Constantino Kavafis
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Esta es, definitivamente, la mejor parte de nuestro patrimonio.
"Todas las pasiones nos hacen cometer errores, pero los del amor son más ridículos". LaRochefoucauld
jueves, 31 de julio de 2008
Voluptate
miércoles, 9 de julio de 2008
Patientia animi
No es primera vez que abordamos el tema de las coincidencias. Esa conjunción de dos (o más) sucesos, que nos parece desbordante de sentidos, pero cuyo acaecimiento, del todo improbable y, por ende, inesperado, conmociona el alma o, cuando menos, le provoca un pequeño estremecimiento.
Hay quienes ven en las coincidencias la prueba palmaria del azar, que mezcla promiscuamente todas las cosas. A veces, la loca danza de los entes produce choques o entrecruzamientos que ofrecen a la mente humana la ilusión de una conexión, de un sentido. Spes ultima dea.
Hay también, o más bien habemos, quienes sospechamos que las coincidencias son pistas, indicios que conducen a una conexión real y no meramente ilusoria de los sucesos del mundo. Habría una causalidad, un orden de los fenómenos, que ordinariamente se nos escapa. Esta sospecha es la delgada hebra de la cual pendemos ante el pavoroso abismo nihilista.
Sea lo uno o lo otro, el hecho es que hoy ha vuelto a ocurrirme una de estas inquietantes conjunciones.
A pesar que, desde hace ya tiempo, cultivo el desapego respecto de mis congéneres, lo cual me ha venido protegiendo muy eficazmente contra la ruindad del prójimo, no siempre funciona. A veces las injurias consiguen hacerme mella. Hasta para un cínico, como yo me esfuerzo en serlo, hay bajezas que sorprenden y que abruman. Voy a ahorrarme los detalles, porque no vienen al caso. Lo que importa es que ayer estaba deprimido por esta razón y, además, por otras concomitantes. Anoche me desvelé, lo cual casi nunca me sucede. Y esta mañana amanecí bastante disgustado con mi vida y con el mundo e incluso fantaseando (sólo fantaseando) con el plácido descanso de la muerte. Así, mascullando mi hastío marché al trabajo que, para mayor disgusto, debía hacerlo fuera de la oficina. Volví a ella a mediodía, arrastrando malhumoradamente los pies junto a mis cuitas y encontré sobre mi silla un paquetito o más precisamente un sobre de la Universidad que contenía dentro, ahora sí, un paquetito. Dentro de él venía una pequeña libreta de apuntes con la siguiente frase de Publilio Siro: Patientia animi occultas divitias habet. Algo que, dada las circunstancias, venía muy a cuento. Me la envió, el 25 de junio, desde Paris, una querida amiga quien se anticipó varios días a mi pequeña crisis.
Pero la cosa no acaba aquí, porque también venía dentro una postal con un proverbio bereber: Faites du bien à une pierre, elle vous le rendra... Medité durante la tarde sobre la cuestión. Devolver el mal con bien a la piedra que me atormenta en mi zapato... no creo ser capaz, además la piedra es dura y desagradecida en grado superlativo. Lo verdaderamente interesante es Quién, a través de mi amiga, me envía estos consejos...
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